Quiero hacer dos aclaraciones previas al desarrollo de mi exposición. La primera es que al decir nos o nosotros, me estoy refiriendo a las personas – militen o no en colectivos de diversa índole – que en esta hora están dispuestas a afrontar de manera asociada y organizada la tarea del Cambio social en nuestro país y además con vocación de generar redes y acuerdos internacionales en pos del mismo objetivo. En consecuencia, no me refiero sólo al PCE, IU o Unidos Podemos sino también a quienes -estén donde estén- siguen pensando en que se impone lo que en otras ocasiones he denominado la Construcción de la Alternativa a la realidad que padecemos la mayoría.
La segunda precisión hace
referencia a que este escrito no ha sido concebido fuera de las
experiencias más inmediatas y cercanas. Al contrario, se incardina en
la “decepción” tras el 26J y también en la
pérdida de pulso, apatía y anomia en la que, de manera generalizada, los
sedicentes partidarios del Cambio nos hemos instalado tras las últimas
elecciones. E incluso mucho antes, a juzgar por reticencias,
resistencias y concesiones a la “opinión publicada”. También
tengo presente la apuesta que a la desesperada están haciendo Sánchez y
su equipo de dirección por aparecer, cara a unas probables elecciones,
como la única oposición firme al PP.
Es lógico que los lectores esperen
un análisis -siquiera somero- o un comentario acerca de los resultados
del 26 J. Les anticipo que no será así. Y no es porque el autor de estas
líneas carezca de opinión sobre tal cuestión sino porque en estos
críticos momentos, el debate sobre la propuesta, política y
organizativa, cara a la inmediata puesta en marcha de la acción
planificada, debe prevalecer frente a cualquier otra discusión que nos
paralizaría, habida cuenta de los aspectos negativos de nuestra cultura,
tantas veces verificados en la experiencia. Creo, además, que el
debate, el diálogo, la discusión sobre objetivos concretos, metas,
alianzas y programas, seguidas del necesario acuerdo, es la mejor manera
de crear una atmósfera de serenidad para la corrección de errores tanto
en el diseño de las políticas como en la puesta en práctica de las
mismas.
Mi exposición se basa en tres
objetivos a desarrollar y en una serie de comentarios y precisiones
sobre el espíritu, las maneras y la filosofía política que debe
enmarcarlos.
Considero que la Confluencia Política es una meta,
un método, un proyecto y un marco de trabajo político a los cuales no
debemos renunciar. Pero, desde luego, no puede entenderse como
Convergencia lo habido hasta ahora: una simple yuxtaposición de siglas
hecha con prisas y agobios por la premura del tiempo electoral. En la
actual convergencia política, son todos los que están, pero no están
todos los que son (siglas políticas, colectivos, plataformas y personas a
título individual). Y aún más, la Confluencia no conseguirá su objetivo
político – social (crear un Contrapoder) si las militancias partidarias
y los demás no aprenden a trabajar en común, en la elaboración de
propuestas programáticas, el diseño y la organización de campañas y
movilizaciones, la discusión serena de objetivos: finales, parciales y
aplicados al territorio más inmediato. Y todo ello implica un esquema
organizativo flexible pero claramente marcado en sus líneas definitorias
e incuestionables.
La Confluencia Política por sí sola
puede erigirse en una fuerza electoral importante que sirva para dirimir
las cuestiones institucionales y sesgar determinadas políticas hacia
los intereses mayoritarios. Eso sin duda es importante, pero a la luz
del proyecto que confesamos defender es totalmente insuficiente. Se
impone también la consecución de la Confluencia Social, es decir la
creciente sintonía en programas que sean la base común de las
reivindicaciones que dieron origen a asambleas, plataformas,
movimientos, etc. Junto a ello es necesaria la sintonía en la
organización de movilizaciones, el carácter de las mismas e incluso los
métodos, lenguajes y actitudes para que sean entendibles por la inmensa
mayoría sin la cual el Cambio nunca será posible. Considero fundamental
que sindicalistas y organizaciones sindicales que inequívocamente asuman
el planteamiento de la creación del contrapoder se incorporen a esta
tarea que trasciende siglas, culturas y experiencias. Este objetivo de
la Confluencia Social no puede ser abordado desde los integrantes de la
Confluencia Política como tales. Debe ser asumido desde las fuerzas
sociales que luchan pero que aún no han sido capaces de superar la etapa
de luchas aisladas, esporádicas y más o menos voluntaristas. El enemigo
a batir nos enseña, cada día y en su práctica, todo lo contrario.
Es prioritario que tanto la
Confluencia Política como la Social consigan el Consenso de la mayoría
social. Sin ese consenso las propuestas, los objetivos y los esfuerzos
organizativos se perderán y diluirán en la nada. Ninguna época de
crisis, pero ésta especialmente por ser sistémica, puede ser contestada y
superada favorablemente para la mayoría sin el concurso y aquiescencia
expresa y/o tácita de esa mayoría social. Una mayoría social que está
definida por las condiciones objetivas de su existencia, aunque
subjetivamente esté fraccionada ideológica, política y culturalmente.
Pasar de la subjetividad a la objetividad no es cuestión de discursos,
slogans, pedigrís revolucionarios o análisis vanguardistas sino la tarea
permanente de explicar, concienciar y superar con métodos y lenguajes
nuevos la abducción que una parte de la mayoría social sufre por parte
de las ideas reaccionarias y neoliberales. En ese sentido, el consenso
es también hijo de las otras formas de hacer política, el valor del
ejemplo y las nuevas maneras de ejercer el trabajo institucional y el de
base social.
Lo anterior, que someramente he
expuesto, es un plan, un proyecto de trabajo que necesita para ser
abordado una serie de premisas políticas, ideológicas y de actitud
frente a la situación presente. Las enumero de manera indiciaria a causa
del espacio de que dispongo.
La primera estriba en salir de esta indolencia hija del 26-J. Setenta
y un diputados bien organizados y pateando sus circunscripciones de
manera permanente es algo muy a tener en cuenta, sobre todo por la
plataforma de más de cinco millones de votos que nos sustenta. Si se
trabaja bien y sin concesiones a la “imagen” predeterminada por los
medios de comunicación, se sentarán las bases de futuros y decisivos
avances institucionales, sociales y de ampliación del consenso.
No nos engañemos, para producir el
Cambio no podemos confiar en alianzas fijas y, estratégicas con las
demás fuerzas políticas homologadas por el sistema. Solamente son
posibles determinadas ententes en asuntos concretos y esporádicos. El
discurso consistente en asimilar el actual PSOE con la Izquierda es
erróneo, va contra nuestro proyecto estratégico y además la realidad y
la memoria se encargan de negarlo. Lo coyuntural no puede ser elevado a
la categoría de sólida directriz de trabajo o de discurso propositivo.
No agüemos nuestro mensaje. Somos lo que somos. Queremos lo que queremos. Y
desde esa posición manifestada sin complejos planteamos, proponemos a
la mayoría una propuesta de trabajo para ir cambiando, con ella, la
realidad. Nuestro problema consiste, muchas veces, en que entendemos la
radicalidad como sinónimo de expresiones y palabras duras y con voluntad
de enmarcar nuestras acciones en una épica que nunca, históricamente,
ha sido así. El tremendismo suele ocultar falta de sustancia. Un
lenguaje mesurado, convincente y directo, junto con una práctica
ejemplar, hacen cambiar y variar los prejuicios más consolidados si,
además, las propuestas son beneficiosas para la mayoría. Lo concreto
disuelve muchas barreras ideológicas. En la política transformadora son
muy necesarias la didáctica, la pedagogía y la mayéutica socrática.
Es necesario que la cultura de la
participación se organice y se cohesione a través de reglas,
democráticamente aprobadas y también a través del sentido de
responsabilidad personal. La derecha nos está demostrando cómo no hay
confusión en ella a la hora de distinguir entre lo fundamental y lo
accesorio, en cada momento. La organización democrática es la máxima
expresión de la libertad y la participación.
Nosotros queremos ser un instrumento para el Cambio social.
Y ello comporta que, defendiendo y respetando siglas y culturas que se
han ganado la respetabilidad histórica, el objetivo es siempre
prioritario y al que se deben supeditar otras consideraciones. Creo,
además, que esa es la mejor manera de hacer de unas siglas el sinónimo
de necesidad y de existencia imprescindible.
Seguimos prioritariamente instalados en la cultura de la reivindicación y la protesta. Considero que, sin obviar en absoluto esa función, debemos ir creando entre nosotros la cultura de Gobierno,
es decir que junto a la denuncia general o en casos concretos de las
injusticias del sistema y de los gobiernos, se debe programar,
cuantificar, estudiar y elaborar los mecanismos legales que concretan
una alternativa tanto de gobierno como de Estado o modelo de sociedad.
Ni que decir tiene que la abandonada Elaboración Colectiva tal y como fue diseñada, aprobada y ejercida durante un tiempo, bastante efímero, debe ser recuperada.
Cuando se escriben estas líneas
aparece como probable la convocatoria de Elecciones Generales para el 25
de diciembre. Aparte de la denuncia que merece esta artería de Rajoy
creo que debemos reflexionar mesuradamente sobre las campañas
electorales y a continuación obrar en consecuencia. Para mí una campaña
no es otra cosa que someter al veredicto popular un discurso, unas
prácticas y una ejecutoria mantenida en el tiempo y con anterioridad.
Nada más. En nosotros no deben caber giros repentinos en nuestra
denominación ni tampoco veladuras de programas y valores. Somos lo que
somos y lo asumimos ante una población que agradece la ausencia de
travestismos a última y apresurada hora.
Y una última cuestión que para mí es
la más importante. En nuestro mensaje encuentro dos carencias básicas
que, a mi juicio, deben ser corregidas:
La rotundidad y claridad en designar, describir y definir al enemigo. Éste
no es solamente unas siglas o unas organizaciones sino las ideas,
valores, políticas y actos que impulsan. Nosotros combatimos
determinadas visiones del mundo que llevan aparejadas prácticas,
programas y políticas contrarias a los intereses de la mayoría social.
Combatir el neoliberalismo e intentar superarlo es asumir que éste está
representado por más siglas que las del PP. En esta hora de la crisis
sistémica y de modelo económico Keynes no puede ser erigido como
panacea.
Nuestro silencio sobre la UE es clamoroso. Es
aquí donde se necesita un mensaje claro y rotundo. Yo no pido desde
estas columnas la salida del euro (cosa de la que soy ferviente
partidario) sino simplemente y para abordar el núcleo duro de los
problemas, la iniciación de un debate, un análisis, un acercamiento a
las causas, orígenes y consecuencias de la UE actual. Todo menos el
silencio que termina por hacerse connivente con la situación. La UE, la
deuda o el compromiso con reducir el déficit no pueden ser criticados
sin entrar, como debemos, en sus raíces profundas. Nuestro sentido de la
responsabilidad necesita ser aquilatado y contrastado con las
necesidades de la mayoría social que sufre las consecuencias de la
Europa neoliberal. No podemos criticar unas consecuencias sin criticar,
primero, las causas.
PD. -Acabada la
redacción de este artículo ha tenido lugar la segunda sesión de
Investidura. En ella Sánchez ha insinuado la posibilidad de encarnar una
alternativa a la candidatura de Rajoy. Naturalmente que ello implica el
apoyo pactado y negociado de Unidos Podemos y otras fuerzas políticas.
Sobre ello quiero hacer unas consideraciones.
Creo que, tal y como arriba
he expresado, el PSOE, en condiciones normales, no puede encabezar una
acción política que desemboque en el Cambio que postulamos. Y
ello por dos razones: La primera dimana del co-ejercicio del
bipartidismo que durante décadas le ha atado a sus acuerdos con el PP en
cuestiones de suma importancia y trascendencia. Y la segunda no es otra
que las líneas rojas que al actual equipo dirigente del PSOE le imponen
los poderes fácticos de la economía, en íntima conexión con poderes
fácticos en el interno del partido.
Pudiera ser que la propuesta de
Sánchez sea un intento de presionar a Unidos Podemos con los mismos
métodos que él está actualmente soportando por parte de los medios de
comunicación y el PP. Y con la excusa de no poder aceptar propuestas
“disparatadas” en economía, políticas sociales o diseño del Estado,
conseguiría, a su juicio, volver a ser ante el imaginario colectivo la
única izquierda “posible y sensata” víctima de los “extremismos”. Y desde luego, la reedición deltrágala con Ciudadanos es, a mi juicio, inasumible.
Tampoco descarto que Sánchez y su
equipo hayan considerado que han llegado tan lejos en su postura -y
además en esta situación crítica, anómala e inestable- que no les queda
otra opción que quemar las naves. Hay cosas que están cambiando aquí y
en parte de la UE.
En cualquier caso, Unidos Podemos no puede hacer de Don Tancredo y quedarse a verlas venir. Sobre
todo, cuando una parte muy importante de su discurso en estos últimos
meses ha consistido en instar al PSOE a que encabece una alternativa a
Rajoy. Debe jugar y fuerte. Nada está asegurado. Quien mejor conecte con
la mayoría social inclinará el sentido del hipotético pacto y de los
hipotéticos programas a favor de esa mayoría. Es esta una situación de
la que nadie sale indemne, pero es la única que en estos momentos nos da
sentido.
Y en este caso, todo lo que he
expuesto anteriormente sobre discurso, elaboración colectiva,
organización y Confluencia concreta adquiere caracteres de urgencia en
cuanto a la iniciativa y capacidad política. Estamos ante la posibilidad
de un cambio muy importante. Y como recordaba Marx hic Rhodas hic salta.
Nota. - Con este
artículo pongo voluntariamente fin a mis colaboraciones, que llevan
apareciendo en Mundo Obrero más de doce años (exactamente el tiempo que
lleva el camarada Ginés Fernández como director del mismo). En este
tiempo no he tenido jamás ni siquiera el atisbo o la insinuación de una
censura a mis escritos. Ni por parte del Partido ni tampoco por la de la
dirección del periódico. Me he sentido libre totalmente. Sirva esto de
ejemplo para otras publicaciones.
La razón fundamental que me
ha llevado a dar este paso es sencilla y yo añadiría que muy lógica: no
tengo nada que decir de nuevo. Mi discurso, mis propuestas o
mis análisis son de sobra conocidos y reiterativamente expuestos aquí y
en otras tribunas. Es más, el artículo presente es un compendio de todos
ellos. Esto es lo que creo, esto es lo que propongo. No sé de otros
caminos ni de otras visiones. Además, no he encontrado otros discursos
que pudieran haberme hecho matizar o enmendar al mío (que por otra parte
está plenamente inmerso en las líneas básicas de nuestro Partido). No
quiero cansar ni tampoco cansarme. Sigo afiliado al PCE y a IU. Dedicaré más tiempo al Frente Cívico. Os
doy las gracias por vuestra lectura y seguimiento. Ni abandono la lucha
ni tampoco me considero al margen de las luchas presentes. Simplemente
quiero ser honesto conmigo mismo, con vosotros y vosotras. Y también con
mi Partido. Hay veces que el silencio es el mejor discurso y la mejor
de las propuestas. Un abrazo.
Julio Anguita González
Colectivo Prometeo
Frente Cívico “Somos Mayoría”
(Último artículo de nuestro queridísimo Julio en “Mundo Obrero”. Hemos creído justo publicarlo después de que estuviese disponible en la web de la revista).
Colectivo Prometeo
Frente Cívico “Somos Mayoría”
(Último artículo de nuestro queridísimo Julio en “Mundo Obrero”. Hemos creído justo publicarlo después de que estuviese disponible en la web de la revista).
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