El conglomerado ideológico
cohesionado por el pegamento de intereses económicos y dominio que se
alinea alrededor de la Derecha española nos demuestra -día sí y al otro
también- que a nuestra “lucha de clases” contrapone el “odio de clase”.
Basta con ver sus caras abucheando a Carmena, la bilis que escupen por
el colmillo para insultar a Unidos Podemos o la sarta de mentiras
pergeñada alrededor del golpista venezolano Leopoldo López, padrino de
las guarimbas que tanta muerte y dolor han causado en la República
Bolivariana, para constatar hasta qué grado de irracionalidad llegan en
la defensa de sus privilegios.
En estos meses veraniegos la violencia
verbal del Conservadurismo hispano (también ocurre a escala
mundial) sigue creciendo y el laxo barniz de constitucionalistas
demócratas que se dieron a su pesar en los años setenta ya no tapa
la compulsión totalitaria. Debe ser que el mes de Julio les pone de
tanto celebra con padres y abuelos el “Alzamiento”. Cosas de la
Genética.
A quienes identifican la Patria con una
bandera y una pulsera, nunca con la gente que habita el territorio al
que consideran su cortijo, no hace falta explicarles la teoría de las
dos orillas que tanto repelús genera en algunas mentes teóricamente
“nuestras”. Porque tienen asentados los pies en la suya, esa rivera
donde la explotación, corrupción, rapiña de la riqueza pública… campa
por sus anchas mientras ubican a quienes no compartimos su fanatismo
capitalista en la contraria. Sin medias tintas.
Es lo que tiene pelear -sin reglas, una
vez permitidas trampas y triquiñuelas- por mantener un “status” al que
consideran herencia natural y no importar que los cimientos se asienten
sobre la Injusticia. Lo del “juego limpio” no va con ellos pues están
vacunados contra la viga en el ojo propio aunque detecten la mínima mota
de polvo en el ajeno.
Ayer vinieron disfrazados de señoritos
andaluces, terratenientes castellanos e industriales catalanes,
sostenidos por la cúpula militar y bendecidos por la jerarquía católica.
Hoy se nos presentan bajo la forma de
grandes empresarios o dueños de multinacionales que en lugar de látigo
utilizan contratos basura y pérdida de derechos. Sus métodos logran el
mismo efecto pero las antiésteticas cicatrices no las dejan en la piel,
solo en las mentes.
Ayer, hoy, siempre… vienen escoltados y
jaleados por esos peones de brega que viven como éxito propio una
estructura social y económica que solo beneficia a la cúspide. Los
palmeros que aplauden a rabiar las migajas derramadas en forma de
donaciones por ese 10% de favorecidos, con las que intentan ocultar el
destrozo ocasionado por sus ansias privatizadoras. Obviando que para
arreglar el desaguisado no haría falta limosna, basta que un Estado
fuerte recaudase los impuestos directos bajo la premisa de quien más
tiene más debe contribuir. En una sociedad compleja nadie está aislado.
Pero exigirles tributar conforme a sus
capacidades implica cortar la lógica funesta de quienes históricamente
utilizaron el control del Gobierno y la administración pública en
beneficio propio.
Si hay un tema que ejemplifique hoy con
nitidez el “odio de clase” ese es la Memoria Histórica. El vodevil
representado hace unos días por el PP, manoseando sin escrúpulos el
recuerdo de Miguel Ángel Blanco sirve de ilustración.
El Ultramontanismo español no cultiva la memoria histórica, solo
la selectiva. En ella no hay lugar para muertos que no sean los suyos
por lo que ningunean -objetivo: causar el máximo dolor- a otras
víctimas.
Tod@s nos conmovimos por la vileza del
secuestro y asesinato del concejal de Ermua. Por eso inundamos las
calles sin tener en cuenta el color político de la víctima. Pero el
respeto a la persona torturada y salvajemente ejecutada (mucho más
respeto que el demostrado por quienes vincularon la Fundación que lleva
su nombre a las sucias andanzas de la Gurtel) no puede hacernos callar
ante el descaro de su utilización partidista.
Si debemos poner rostro a las
atrocidades: ¿por qué no el de Ernest Lluch? ¿O el de tantos políticos,
policías, guardia civiles, militares…? ¿Qué tal el de Javier Verdejo,
Yolanda González, caso Almería, víctimas del GAL, abogados de Atocha,
muertos en manifestaciones, víctimas del 11M…? ¿Por qué nunca el de las
decenas de miles de personas asesinadas que ¡desde hace ochenta años! se
pudren en cunetas y parajes desconocidos?
La cara de María del Mar Blanco es igual
de digna que la de Ascensión Mendieta, no más. Y el dolor de los
familiares de unas víctimas no es mayor, ni tiene un valor superior al
de otras. Porque una herida no se cerrará nunca desde la negación, ni
dando subvenciones para repatriar los restos de quienes fueron a
combatir junto a Hitler en la División Azul mientras se niega la más
mínima asistencia a la recuperación de los restos de los republicanos
represaliados.
Quienes se han opuesto sistemáticamente a
condenar el Franquismo no piden olvido para reconciliar, piden Amnesia
para mantener la impunidad hasta hoy disfrutada.
Y ello permite a “portacoces” tipo
Hernando o Casado seguir recochineándose de las familias afectadas
cuando la ocasión deja el mínimo hueco. Si el Partido Popular como
organización hubiese tenido solo el 1% de respeto que la Izquierda de
este país ha tenido con sus víctimas, hace decenios que el asunto de las
fosas estaría zanjado. Porque hubiese cumplido la única voluntad de las
familias afectadas: darle a los suyos el entierro digno que la
Dictadura impidió durante 40 años. En este tema el “atado y bien atado”
de Franco siempre ha pesado como una losa. Debe ser que para la
élite “todos los muertos son iguales pero algunos más iguales que
otros”.
El gran problema es que cuando el
Sistema vuelve a tirar de soberbia y muestra su rostro más tenebroso
(ninguneo a la oposición, medalla a Martín Villa, petición de 50 años de
cárcel para la pelea de Alsasua…) es porque se siente fuerte. Si su
baza es el absoluto control de los medios de difusión ideológica para
imponer el pensamiento único, motivos tiene.
Quienes han sido capaces de sembrar en
el imaginario colectivo español la idea de Venezuela como problema que
nos afecta a tod@s y a la vez no dedican un segundo a los periodistas y
activistas asesinados en México o Colombia, quienes tienen el desparpajo
de hablar de “presos políticos” sin darse antes una vuelta por las
cárceles españolas y leer las condenas de Alfón, Andrés Bódalo o Fran
Molero o quienes reivindican como ejemplo de libertad a una oposición
que -siguiendo las directrices de la CIA – hace bandera de la muerte y
la violencia cuando en España meterían en la cárcel bajo axioma de “todo
es ETA” a cualquier bicho viviente, deberían hacérselo mirar. Pero
claro, Ética y grandes cadenas de televisión, radio y prensa hace años
que mezclan tan bien como el agua y el aceite.
Son “malos tiempos para la lírica” como
diría la canción. A ellos contribuyen las poses silentes que rehúyen el
compromiso. Para saber lo que nos espera basta con contemplar la
demoledora foto hace unos días de González-Aznar -Zapatero. Y mientras
que a las palabras de ese PSOE redivivo encarnado por Sánchez no las
acompañen los hechos (la abstención en la votación del CETA o su
alineamiento con Ciudadanos y PP para cerrar la comisión de
investigación sobre Fernández Díaz no parecen indicar lo contrario),
tenemos el derecho a pensar que toda la maniobra de enfrentamiento entre
el secretario defenestrado y el aparato del partido solo era un
azucarillo diluido con el objetivo de recuperar el control de la pata
Izquierda del engranaje bipartidista. Sin ella no puede funcionar el
Régimen Borbónico.
Y si esa sensación termina confirmándose
(sinceramente me gustaría equivocarme) asistiremos a un recital de
gestos estéticos, de los que no preocupan porque no alteran las
relaciones de poder, puños en alto e Internacional incluidos, para
permitir al ungido Sánchez rebautizarse en el Jordán de la Izquierda
aunque el agua por la cabeza se la eche alguien de la cuerda de Susana
Díaz.
¿Y nosotros qué? En primer lugar
ratificar lo dicho tantas veces: si no existiera Unidos Podemos,
estaríamos obligados a inventarlo. En segundo lugar no olvidar nunca que
nuestros errores serán diseccionados con un microscopio nuclear y que
nuestras contradicciones, por tibias y lejanas que sean, serán acercadas
al gran público por el hermano mayor del telescopio de Las Palomas. No
podemos dejar rendijas abiertas. Por ellas introducen los clavos para
crucificarnos.
Al empezar ayer a escribir esta
reflexión, algún@s querid@s compañer@s me enviaron la noticia del
ofrecimiento del PSOE de Castilla-La Mancha (ejemplo de lucha y garantía
de transformación social por las narices) a Podemos. Ignoro el
recorrido de la propuesta pero si al final se materializa y el partido
morado termina ocupando cargos y carteras, creo que estaremos ante un
error similar al cometido en la legislatura pasada por IU en Andalucía.
Si aceptas no solo legitimas al PSOE sino que le ofreces el liderazgo
mientras tú te debilitas al caer en la trampa del “todos son iguales, lo
único que les interesa es el cargo”.
Plantearse gobernar es decidir si el
Gobierno será para la mayoría social o para la minoría. La experiencia
nos enseña que es incompatible gobernar para la mayoría si lo haces de
la mano del partido de González, ese que durante decenios tuvo la
habilidad de construir un discurso público y hacer lo contrario en la
práctica.
El recuerdo del engaño repetido está aún
presente en un amplio sector social que piensa que la transformación es
algo más que una palabra huera, una pose y una canonjía en forma de
Consejería. Por eso no traga con componendas.
Escuchar y hablar con todo el mundo.
Pactar solo ante un “programa, programa, programa” nítido y con los
pilares de transformación diáfanos, nada de generalidades. Medidas
cuantificables, claras y aplicadas sin complejos desde el primer minuto.
La improvisación y el parche son malos consejeros.
Se puede impedir el acceso del PP a las
Instituciones (prioridad máxima) sin legitimar políticas similares a las
practicadas por la ultraderecha que gobierna España. Se debe forzar al
PSOE a que elija entre una “gran coalición de facto” o ganarse las
habichuelas políticas consensuando leyes de progreso. No hacen falta
carteras.
Se impone la práctica de ese “discurso
profético” que teoriza Julio Anguita. No en el sentido bíblico de
acertar a posteriori una vez que has conocido (“El gobierno de Rajoy
será un desastre”. Cien por cien verídico cuando escribo en el
2017).Tampoco siguiendo el modelo de interpolación y deformación de la
realidad propio de los textos cristianos del siglo IV cuando el nuevo
partido que ni existía ni era nada, impulsado por el poder imperial y el
capricho de Constantino, se hace dueño y señor de las mentalidades.
Sí en la acepción de diseccionar la
realidad que te circunda y emitir una opinión. Sabiendo que ésta será
primero ridiculizada, luego ninguneada y después olvidada para al cabo
de los años escuchar el “¡Cuánta razón teníais en el análisis!”
De la OTAN hasta Maastricht, pasando por
la corrupción adherida a la dermis del sistema juancarlista o la falta
de escrúpulos del Capitalismo, los vaticinios se han ido cumpliendo.
Pero nunca olvidemos que tras las ideas lanzadas no había adivinos ni
artes mágicas, solo un análisis de la realidad circundante – lo más
riguroso posible- adobado con gotas de Marxismo.
Sigamos insistiendo pese al riesgo
cierto de que tanta bulla profética termine viéndose por amplias capas
populares como un coñazo.
No olvidemos nunca. A los niet@s de los
que perdimos pueden acusarnos de tener muchas carencias. Nunca de que
nos falte Dignidad.
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