Después de la alegría en unos casos, la euforia en otros y el regusto generalizado de una decepción como fondo por los resultados obtenidos en las elecciones autonómicas y municipales ,se impone un reflexión no sólo sobre lo ocurrido sino, y fundamentalmente, por lo que puede ocurrir más allá de las próximas elecciones generales. En consecuencia voy a apuntar una serie de incipientes consideraciones..
Aunque el PP ha sufrido una gran sangría de votos no es
menos cierto que todavía sigue siendo el partido más votado. Esta realidad debe
llevarnos a una reflexión acerca de la magnitud de la incidencia de la
corrupción sobre una masa de votantes del PP. Asumamos que el patriotismo de
partido o de ideología es casi inmune, por ahora, a la concienciación y a la
ética.
El PSOE sufre el mismo proceso aunque de menor cuantía.
Sirve también para él (salvando distancias numéricas) la misma consideración.
En consecuencia, el bipartito ha sido ligeramente arañado
pero su fortaleza es evidente. El bipartito mantenedor de la actual UE, la
reforma constitucional del artículo 135 de la Constitución, la política
exterior, la OTAN, la filosofía económica y laboral, etc. sigue siendo el
adversario a batir; aunque en
determinados momentos, como el actual, nos veamos obligados a optar con todos
los matices, condiciones y requisitos necesarios. Sin que nos olvidemos, sobre
todo, de los electores. No estamos ante una batalla importante sino ante una
escaramuza que merece un tratamiento específico y diferenciado pero siempre
dentro del marco de la estrategia general- si se tiene - y sus objetivos.
Quiero decir que el necesario desalojo del PP en las instituciones no puede
servir de coartada para explicitar nuevas reediciones del “Juntos podemos”.
Por tanto en aquellos lugares y circunstancias en los que
el PP pueda ser relevado, el discurso del “frente de la izquierda” (incluyendo
en la misma al PSOE) debiera ser cambiado por el de “acuerdo antigubernamental”
y, por supuesto, con los contenidos programáticos y líneas éticas que lo
constituyan y justifiquen.
Plantear desde ya la formación de una unidad popular,
contrapoder, mayoría o convergencia con la vista puesta solamente en las
elecciones generales es de difícil encaje y viabilidad. Desde mi punto de vista
el horizonte bajo el que se debe hacer propuestas, mensajes y operaciones
tendentes a la unidad es el de pasado mañana; es decir el del día D+1. Hago
esta afirmación basándome en las declaraciones de dirigentes políticos que
entienden la unidad como la incorporación a sus filas sin más.
Si el objetivo de la Unidad
Popular se presenta como una operación puramente electoral la derrota está ya
garantizada. La Unidad Popular o como quiera llamarse la constitución de la mayoría en contrapoder,
exige de programas, valores, convergencia de movilizaciones, presupuestos
éticos comunes, plazos, paciencia, etc.
etc. etc. Pero además hay dos condiciones sin las cuales todo puede venirse
abajo:
- La coincidencia en definir al adversario o al enemigo. Sin ello no son posibles estrategias, tácticas y alianzas posibles.
- La coincidencia en las líneas fundamentales de la administración de la hipotética victoria. Se trata de ir alcanzando la cultura de gobierno alternativo.
Por
otra parte las organizaciones que apuesten sin retrancas por el proceso deben
saber que tiene que adecuar sus esquemas de todo tipo a esta nueva política. En
esta hora no caben operaciones de cálculo ligadas exclusivamente a la
supervivencia de aparatos y discursos que se tienen como fin a sí mismos. Y una
última reflexión.
Si
todo esto se lleva a cabo desde ya,, tras el debate limpio y generalizado es
posible (¿y probable?) que pueda llegarse a un momento electoral que de verdad
quiebre al bipartito. Empecinarse en siglas excluyentes o en operaciones
electorales sin base concreta y sin objetivos de gobierno alternativo es darle
al bipartito tiempo para restañar las leves heridas sufridas.